Ha sido
deslumbrante.
Nos fuimos
sin expectativas y casi huyendo. Sólo queríamos poder vivir la Semana Santa en
familia, sin interferencias exteriores. Esta ha sido nuestra hoja de ruta en los últimos años, perseguir lo que una a nuestra
familia, huir de lo que la separa.
Buenafuente
era el destino idóneo. Nuestra experiencia previa nos certificaba que cada vez
que habíamos ido, Dios, el Amor, había colmado a nuestra familia. Personal e
individualmente y comunitariamente. Porque somos una Comunidad. La más
importante que tenemos. Después hay otras, pero después.
Íbamos
pensando encontrar el ambiente que hay cuando vamos en verano: silencio,
retiro, sin internet, sin cobertura móvil, poca gente, casi ningún niño más….y
así poder compartir el tiempo con Dios, en la oración continua con las monjas y
con intimidad familiar.
Íbamos a
dejarnos llevar y servir por quien allí está. No teníamos que hacer nada, ni preparar
nada para la Pascua.
Y al no
llevar esquemas, proyectos ni expectativas todo lo que encontramos supero con creces nuestras mejores experiencias
previas. El tiempo se detuvo y el presente era lo único importante. No se
echaba de menos nada de lo lleno que se estaba.
Y Dios, el
Amor, se cubrió de Gloria…Y resucitó a su Hijo. Cristo, nuestra Pascua. Y a sus hijos, a nosotros.
Y es que
Dios es así, cuando le dejas hacer, se luce, como buen artista que es.
Más de
doscientas personas, Más de quince familias al completo, con hijos de 22 años para abajo. Religiosas de vida
activa, religiosos, laicos, solteros, viudos, consagrados…Y por supuesto
nuestras queridas hermanas Cistercienses. Y toda la maravillosa gente de la
Acogida. Y no hemos sentido ni un momento de separación o distanciamiento entre
los hijos, entre ellos y los padres o en el matrimonio. Y además hemos
experimentado la unidad con los que estábamos allí. Amor y unidad. Todos éramos
custodios de todos. Ningún padre se molestaba si otra persona cuidaba o
corregía a sus hijos
Dice una
querida hermana, conocida allí, que en las relaciones que entablas en
Buenafuente, al ser iniciadas bajo la guía del Señor, ocurre que sientes como
si conocieras a esas personas desde siempre y pasan a formar parte de tu vida.
Luego cada
uno vuelve a su casa, trabajo, movimiento, parroquia…pero lleno, completamente
lleno.
Y nuestra
familia, más unida y con más Amor.
Aleluya,
Aleluya, Aleluya
Feliz Pascua