sábado, 11 de febrero de 2012

Yo decido

Tengo una pielonefritis. Así que tengo que guardar reposo y he encontrado el momento para escribir sobre asociaciones de ideas que llevaban un tiempo rondándome la cabeza. De paso me distraigo de las molestias que tengo y pegada a la botella no dejo de beber... Agua

Hace un par de meses, nuestro hombre en Washington nos mandó una noticia sobre homeschooling. Era una reseña en Intereconomía sobre una de las ponencias del congreso sobre homeschooling que se celebró en  Navarra en el mes de Noviembre.
 
Con la noticia nos mandaba el siguiente párrafo de la Declaración Dignitatis Humanae (sobre la libertad religiosa) del Concilio Vaticano II que creía importante recordar:
 Cada familia, en cuanto sociedad que goza de un derecho propio y primordial, tiene derecho a ordenar libremente su vida religiosa doméstica bajo la dirección de los padres. A éstos corresponde el derecho de determinar la forma de educación religiosa que se ha de dar a sus hijos, según sus propias convicciones religiosas. Así, pues, la autoridad civil debe reconocer el derecho de los padres a elegir con verdadera libertad las escuelas u otros medios de educación, sin imponerles ni directa ni indirectamente gravámenes injustos por esta libertad de elección. Se violan, además, los derechos de los padres, si se obliga a los hijos a asistir a lecciones escolares que no corresponden a la persuasión religiosa de los padres, o si se impone un único sistema de educación del que se excluye totalmente la formación religiosa.

Después de leer la noticia, leí  los comentarios. El primero decía que “Estos padres tienen derecho a educar a sus hijos y que no los adoctrinen en la escuela con asignaturas como matemáticas o literatura”. No se si este comentario iba con ironía (cinismo diría yo), como apunta el segundo comentario, o no. Lo que sí se, es que esto es lo que hacen muchos profesores conscientemente. Y eso no tiene nada que ver con que todos, involuntariamente, en mayor o menor medida, transmitamos nuestra forma de ver la vida en nuestras clases y, muchas veces, esta visión puede estar en las antípodas de la visión que de ella tienen los padres de los alumnos. Pero una cosa es ser tú mismo, actuar con libertad, defender lo que crees, y otra muy distinta usar de forma consciente y sistemática tu situación de privilegio y autoridad para imponer tu verdad, tus argumentos, tu opinión y ridiculizar a todo el que piensa de otra forma, incluidos alumnos del grupo en el que estás. Y eso lo hacen algunos profesores de Ciudadanía y de Lengua y de Historia y de Matemáticas y, ojo,  también de Religión. Así que, si el comentario era cínico y tenía la intención de ridiculizar a los padres que educamos en casa, demuestra o poco, muy poco conocimiento de lo que pasa en las aulas o…¿Será que es uno de los que adoctrinan desde sus aulas? En este caso obviamente, él se cree en el derecho, casi en la obligación, de dudar del juicio y la capacidad de los padres para educar a sus hijos, ya que lo único que hacen es coartar la libertad de sus hijos para seguir las enseñanzas que ellos transmiten. Porque esa corriente existe y si parece ciencia-ficción o teoría de la conspiración, nada más echar un vistazo al escrito de alegaciones que la abogacía del estado envió al TC ante el primer caso de objeción a EpC que llegaba a este tribunal  y cuya filosofía queda perfectamente resumida en esta frase:

 El ejercicio de la libertad ideológica del menor no puede quedar abandonado a lo que puedan decidir quiénes tienen atribuida su guarda y custodia o su patria potestad.

Llevo todo este tiempo sin dejar de comparar estas dos frases que he subrayado. Cada una de ellas es fruto de una concepción del Hombre (aviso para mentes limitadas: utilizo el término Hombre para referirme, de forma genérica, al Ser Humano), de su Libertad y la Responsabilidad que lleva asociada, de sus derechos y deberes. Del Origen, Dirección, Sentido y Fin de su vida. Y para mi que son concepciones no diferentes, sino diametralmente opuestas y antagónicas.

Cuando en España se empezó a hablar de aborto, se hizo famoso el lema de las feministas “nosotras parimos, nosotras decidimos” Yo tendría unos diez años cuando lo oí por primera vez y me impactó. Tenía su lógica. Treinta ytantos años después reflexiono sobre él y me llama la atención primero, que esté formulado en primera persona del plural. No yo, nosotras, creando así esa sensación de seguridad de pertenecer a un grupo. Eso lleva a sobrevalorar las fuerzas, adoptando actitudes de bravuconería, haciendo cosas porque lo pide el grupo o la causa, enajenados de la propia voluntad y sin reflexionar seriamente sobre el tema. Se actúa “como Vicente”.
A continuación, veo lo “razonadamente” que este argumento ha defendido el “derecho de la mujer” a tomar las decisiones que crea oportunas sobre su vida, de forma personal, individual y aislada,  olvidando las implicaciones sociales, grupales y colectivas que tienen, pudiendo llegar a  decidir sobre la  vida o la muerte de otra persona (curiosamente, quienes defienden este derecho suelen ser detractores de la pena de muerte) que, además, es su hijo, fruto también, en la inmensa mayoría de los casos, de una decisión suya y sobre quien tiene una responsabilidad (y pensarán aquí algunas en el consabido argumento de la violación), aunque sean menores de edad, pues argumenta la abogacía del estado que:

 El ejercicio de la libertad ideológica del menor no puede quedar abandonado a lo que puedan decidir quiénes tienen atribuida su guarda y custodia o su patria potestad. 

Pero su vida, la del menor indefenso en estado embrionario, sí.

Curiosamente, este razonamiento carece de validez para justificar decisiones de la mujer que no lleguen a decidir sobre la vida o la muerte de su hijo, sino cosas menos extremas como alimentación, salud, educación…Nuestros hijos son nuestros para matarlos, pero si decidimos darles la vida, entonces pasan a pertenecer…¿A quién?

Este argumento vale para justificar decisiones como la de Rousseau. Este famoso pedagogo entregó a sus cinco hijos al orfanato próximo a su casa nada más nacer. Y la pedagogía lo instituye en pilar de sabiduría de su ámbito científico. Pero no es válido para que tú puedas decidir cosas como no llevar a tus hijos al colegio, no vacunarlos, que tipo de medicamentos usas, practicar el colecho, amamantarlos a demanda más de un año, darles alimentación orgánica, transfundirles sangre, transmitirles tu Fe…

Es válido para que envíes a tu hijo a un internado trilingüe a Suiza, que en Navidad organiza campamento de esquí y en verano de montañismo y así tu puedas dedicarte al cien por cien  a tu trabajo mientras que él recibe una educación de calidad, pero no es adecuado si decides dejar tu trabajo, porque veas que sea necesario para dedicarte, al cien por cien, a educar a tus hijos en casa, matriculados (o no) en una escuela a distancia, yendo con ellos a andar por el monte en Navidad y  en verano.

Pues yo digo: YO paro, YO decido. Y decido tomar las decisiones no sola, sino compartidas al 100% con mi esposo-marido. Y decidimos fiarnos de lo que la Iglesia Católica, Apostólica y Romana nos dice, pues tenemos  la experiencia de que siempre nos ha guiado bien hacia la Felicidad.  Y Ella confía  a priori en nosotros, mientras que el estado, a priori desconfía de nosotros. Y no pone la Iglesia la condición de que el matrimonio sea católico, ni siquiera que estén casados, para tener la certeza y defender que son los padres, hombre y mujer,  los primeros responsables y garantes de la educación  de los hijos (de las hijas también, mentes limitadas), siendo el papel del estado subsidiario de ellos. Mientras, el estado, intenta robar ese derecho atribuyéndose una autoridad superior a sus competencias.

Pero luego es la Iglesia la institución retrógrada y opresora que priva al individuo de su libertad y razón.

Mamá