Hacía muchos años que tenía deseos de encender una
Candelaria para la fiesta de la Presentación.
El deseo nacía de un recuerdo de mi infancia. Siendo niña, mi
abuela Concha, que vivía con nosotros desde que yo tenía dos años, se emocionaba
cuando llegaba esta fiesta y miraba con nerviosismo por la ventana, esperando
ver alguna candela encendida en el pueblo.
Pero yo nunca había vivido esta fiesta, y, quizá, por un
impulso nostálgico, tenía muchas ganas de hacerlo.
Así que, como en casa podemos hacer fuegos en el jardín,
propuse a Papá hacer una celebración doméstica de esta fiesta.
Como no sabía nada de ella, me puse a buscar información en
Internet y….¡Dios mío, que belleza!
Estas páginas me han ayudado especialmente:
Y me ha surgido una pregunta: ¿Por qué en 9 años en un colegio
de monjas y 22 en una realidad de la iglesia, nadie me había dado a conocer
tanta riqueza?
Y también un profundo agradecimiento a Dios por su Iglesia.
Gracias por lo grande que es. El único lugar donde no sólo todos
tenemos cabida, sino que, además, cada uno tenemos nuestro lugar especial,
diseñado a nuestra medida por el equipo de
los tres mejores profesionales en creación.
Gracias por los tesoros que custodia. Y por tener acceso a
ellos gracias a la dedicación de tantos hermanos para darlos a conocer en los
nuevos espacios de evangelización.
Voy a contar brevemente lo que hicimos sin profundizar en
significados y símbolos.
Vinieron tres familias amigas, rezamos vísperas en el salón
de casa, y después de la lectura breve, leímos el evangelio del día y salimos
para el porche donde aún teníamos el belén. El establo estaba vacío, sólo
quedaba el buey. Habíamos puesto la huída a Egipto a la entrada del templo.
Allí estaba todo a oscuras menos una vela que habíamos
dejado cerca del establo. De ella encendimos las velas que habíamos repartido
al empezar las vísperas, una grande para cada matrimonio y una pequeña para
cada hijo (de las que van dentro de un vasito de plástico rojo). Y fuimos
caminando en mitad de la oscuridad hasta donde estaba preparada la hoguera.
Allí la encendimos con nuestras velas y
alrededor de ella terminamos las vísperas y después cantamos el nunc dimitis.
Tomamos la Luz
de Jesús, ilumina nuestra vida y nuestro camino y juntos encendemos un fuego
que se puede ver desde muy lejos. Pero siempre es la Luz de Jesús
Una vez terminada la oración, estuvimos tirando unas
bengalas, cohetes y petardos
y acabamos cenando unas pizzas dentro de casa.
Ha sido una experiencia preciosa para todos. Espero que sea
el comienzo de una tradición.
Gracias a todos los que habéis hecho posible ver cumplido
este deseo. Que Dios os bendiga y Nuestra Santa Madre os cubra con su manto
Mamá